La Isla de Ons, perteneciente al Parque Nacional de las Islas Atlánticas, es un destino popular entre los turistas, pero muchos desconocen que detrás de su imagen de paraíso atlántico se esconde un tesoro cultural: las ruinas de época castreña y romana que salpican su territorio. Para entender la evolución Isla de Ons, es necesario rastrear sus primeros asentamientos humanos.

La cultura castreña proliferó durante la Edad de Bronce en las provincias del noroeste español, concretamente en Asturias, León, Zamora, Galicia y el norte de Portugal. Sus construcciones, denominadas castros, son esencialmente fortificaciones que prosperaron hacia el tres mil antes de Cristo y cuyas ruinas han sobrevivido hasta la época actual.

En la parte occidental de la isla, Canexol acoge un castro circular bautizado como Castelo dos Mouros, que permanece sin excavar, pese a lo cual sus cimientos son visibles y pueden explorarse sin más autorización que la requerida para visitar Ons. La interpretación de los vestigios sugieren la existencia de un triple foso y otras estructuras en el castro.

En el extremo septentrional de Ons encuentra su sitio A Cova da Loba, un castro de menor tamaño. Las prospecciones arqueológicas solo han hallado cerámicas, concheiros y petroglifos, estos últimos de reciente descubrimiento. A la espera de nuevos hallazgos, los asentamientos de Castelo dos Mouros y A Cova da Loba no aportan más información sobre la cultura castreña.

Con posterioridad, los romanos se establecieron en la isla a partir del siglo primero después de Cristo. De su paso por Ons dan testimonio las ruinas de dos salazones que operaron en la playa de Canexol. Las prospecciones han relevado la existencia de una vivienda, en cuyos interior se hallaron más de doscientas monedas de bronce, acuñadas hacia el siglo tercero.

La presencia romana en la Isla de Ons acredita en parte la crónica del triunfo de Julio César sobre los Herminios, pueblo lusitano que se refugió en estas costas y a los que el pontífice máximo venció no «por las armas», sino «por el asedio y el hambre», citando al historiador Álvarez Blázquez.