El día que mi caldera decidió declararse en huelga, el universo pareció conspirar para que fuera una mañana especialmente fría de otoño aquí en Vigo. No hubo aviso, ni ruidos extraños previos, simplemente el silencio helado y la ausencia total de agua caliente. Tras los intentos fallidos de resucitarla con el manual en mano y algún que otro vídeo de YouTube, la cruda realidad se impuso: necesitaba ayuda profesional, y rápido.
Después de preguntar a amigos y buscar reseñas en internet, varias recomendaciones apuntaban en la misma dirección: un servicio técnico de reparación de calderas en Pontevedra, conocido por su habilidad con mi marca de caldera y por solucionar problemas que otros daban por imposibles. Aunque la idea de tener que desmontar el aparato y llevarlo hasta allí no me hacía ninguna gracia, la perspectiva de pasar días sin calefacción ni agua caliente era mucho peor. Vigo tiene buenos técnicos, por supuesto, pero la insistencia en la especialización de este taller pontevedrés me convenció.
Así que, armado de paciencia y herramientas, me puse manos a la obra. Desconectarla con cuidado, siguiendo tutoriales y casi rezando para no empeorar nada, fue el primer paso. Luego, el peso muerto. Subirla al coche no fue tarea fácil, requirió algo de ingenio y bastante esfuerzo físico. Ahí estaba yo, conduciendo por la AP-9 con mi caldera averiada ocupando el asiento trasero, sintiéndome un poco ridículo pero extrañamente decidido.
El viaje hasta Pontevedra se me hizo corto, quizás por la mezcla de preocupación y esperanza. Encontrar el taller fue sencillo. Al llegar, me recibieron con amabilidad y profesionalidad. Expliqué el problema, les dejé la caldera y, aunque no pudieron darme un diagnóstico inmediato, su actitud tranquila y experta me transmitió confianza. Me aseguraron que la revisarían a fondo y me llamarían en cuanto supieran algo.
De vuelta a Vigo, el coche se sentía extrañamente vacío. La casa seguía fría, pero ahora había una sensación diferente: la de haber tomado cartas en el asunto, de haber puesto mi problema en manos de quienes, esperaba, sabrían solucionarlo. Ahora solo queda esperar la llamada, cruzar los dedos para que la reparación sea viable y no excesivamente costosa, y recordar la importancia de tener un buen servicio técnico localizado, aunque eso implique un pequeño viaje por la provincia. La comodidad del hogar bien vale una excursión a Pontevedra.