Si estás pensando en imprimir etiquetas personalizadas para tu negocio, el primer paso es diseñar esa etiqueta perfecta para marcar tus productos. El diseño puedes hacerlo tú mismo o puedes encargarlo a una empresa especializada en diseño. Si cuentas con una Web o tienes una imagen corporativa muy clara, la etiqueta tendrá que corresponderse con dicha imagen, por lo que tendrás ya gran parte del trabajo hecho. Lo mismo si ya tienes bolsas personalizadas o un toldo con un logotipo, ya que podrás usar la misma imagen.
Es especialmente importante que en la etiqueta no figures solo el nombre del establecimiento, sino que también haya espacio para la dirección de la Web, para que así el cliente pueda visitar tu página y descubrir todo lo que la tienda ofrece sin tener que salir de casa. Así, podrá ver todas las novedades y visitar el establecimiento yendo a tiro fijo a por los productos que ya le han gustado previamente, evitando tener el establecimiento lleno con personas que pasean y miran pero que no tienen una intención real de comprar o no tienen claro qué es lo que quieran.
Tienes que tener claro cómo quieres que sea tu etiqueta, la calidad que vas a querer darle y también el tamaño de la misma, así como toda la información que figurará en ella. Lo mínimo que debe de figurar es, por la cara principal, el logotipo de la tienda y la dirección física o Web y por el reverso espacio para que puedas poner el precio del producto y, si tu establecimiento trabaja con este sistema, la pegatina personalizada que identifica al producto en concreto.
Cuanta más calidad tenga la etiqueta más cara será, por lo que algunas tiendas optan por poner una pequeña etiqueta tan solo con el nombre del establecimiento, sin añadir ninguna información adicional, solo para identificar el producto como algo salido de la tienda, pero sin más pretensiones. Pero hay que tener en cuenta que la etiqueta también transmite una imagen de cara a los clientes, por lo que no es recomendable ser demasiado tacaños en cuanto a su tamaño o calidad.
Elegir un papel fino o un cartón de mala calidad también pueden hacer que la etiqueta se deteriore rápidamente por el uso, dando una pésima imagen cuando el cliente la ve, por lo que hay que saber establecer un equilibrio entre el ahorro y la imagen que se pretende dar.